El principio de la calefacción de leña es el siguiente: la madera quemada en la caldera (para la calefacción central) sirve para calentar el agua que después circula por toda la casa y abastece los radiadores o el suelo radiante. Las chimeneas o el hogar cerrados son muy eficaces para calentar una habitación en particular. Existen tres clases de leñas y cada clase tiene su tipo de caldera adaptada.
Primero, los leños tradicionales, de 33 ó 50 cm. Hay que señalar que los pequeños leños se hacen de madera reconstituida; el porcentaje de humedad es solamente de 8-10%, lo que significa en realidad que es un excelente combustible con un fuerte poder calorífico.
Segundo, las placas, que se presentan como virutas. Es madera despedazada que se utiliza en calderas a alimentación automática: la caldera se conecta directamente al silo, y no hay que volver a poner leños cada dos o tres días.
Tercero, los gránulos, o “pellets”. Son madera aglomerada, comprimida y reconstituida a partir de serrines. Extremadamente densa, esta madera permite almacenamientos muy compactos y un funcionamiento automático de las calderas y de las estufas. Con un porcentaje de humedad inferior al 10%, los gránulos tienen un alto poder calorífico: 1 tonelada de gránulos equivale a 500 litros de fuel.
Cualquiera que sea la forma de la madera, el parámetro clave es el porcentaje de humedad. Idealmente, debe ser inferior al 20%. El principio es el mismo que con un fuego de leña: ¡es mejor con madera seca! Una madera húmeda trabará el material y contaminará aún más. La madera debe ser conservada en un lugar seco y bien ventilado.
La calefacción de leña es una calefacción limpia y ecológica ya que finalmente, se considera que un árbol, entre el momento cuando es planteado y el momento cuando es quemado, captura más CO2 que emite durante la combustión.
Por fin, en Francia, el crédito fiscal en favor de las instalaciones de caldera de leña compensa la diferencia de precio con las calderas de gas o de fuel que son tres a cuatro veces más baratas.
|